La historia de Fernando, un paciente ecuatoriano de 42 años, comenzó como lo hacen las noticias más difíciles: con un diagnóstico que parecía una sentencia. Después de convivir más de una década con un tumor hepático que llegó a medir 35 centímetros, en su país le advirtieron que ya no había opciones. La palabra “inoperable” se convirtió en un límite doloroso.
Aun así, emprendió viaje a Bogotá aferrado a la esperanza. “Para mí, LaCardio es vida. El Dr. Rivera es mi segunda vida”, dijo con la voz entrecortada. Sus palabras marcaron el inicio de una historia que pronto se convertiría en un hito para la medicina en Colombia.
Un tumor que desafió los límites
El Dr. Jairo Rivera, cirujano de trasplantes de LaCardio, recuerda con claridad el momento en que evaluó el caso: “Fernando llegó muy comprometido. Su tumor era enorme e invasivo. Sabíamos que la cirugía iba a ser larga y compleja, pero también vimos algo determinante: su profunda voluntad de vivir.”
El tamaño del tumor, su invasión vascular y el agotamiento del paciente hacían pensar en un pronóstico improbable. Durante años, la enfermedad le había arrebatado funciones básicas: dormir sin dolor, caminar sin agitarse, sostener una vida cotidiana. “Me estaba apagando”, recuerda, Fernando.
El día que la ciencia y la esperanza se encontraron
Lo que siguió fue una intervención que hoy destaca como una de las más complejas realizadas en el país: una resección hepática ex situ con auto-trasplante, procedimiento en el que el hígado es extraído completamente, tratado fuera del cuerpo para retirar el tumor y luego re-implantado.
La cirugía superó las 18 horas y requirió una coordinación milimétrica entre especialistas en trasplante, cirugía hepatobiliar, anestesia, perfusión, cirugía cardiovascular y radiología.
Mientras el equipo médico trabajaba en Bogotá, en Ecuador su familia mantenía una cadena de oración que no se rompió ni un segundo. Su madre, compañera inseparable del proceso, sigue siendo su mayor sostén. “Ella me dio la vida dos veces”, dice él, con una emoción imposible de esconder.
El renacer de Fernando
Al hablar de su recuperación, Fernando sonríe como quien ha vuelto a descubrir el mundo. El día en que conocimos a Fernando, estaba celebrando su cumpleaños: “Ahora tengo dos. El día en que nací y el día en que volví a nacer después de la cirugía.”
Respirar sin agitarse, levantarse sin dolor, caminar sin miedo… lo cotidiano se volvió extraordinario. “Esto me enseñó el valor real de la vida”, confiesa.
A quienes hoy viven un diagnóstico complejo, les deja un mensaje que nace de su propio renacer: “No se rindan. El miedo mata más que la enfermedad. Busquen ayuda, escuchen otras opiniones, mantengan la fe. Sí se puede. Yo soy prueba de eso.”
También guarda palabras para quienes lo acompañaron desde la distancia y para quienes lo recibieron en Bogotá: “A todos los que estuvieron conmigo aquí y en Ecuador, los amo con la vida. Tengo que volver a agradecerles uno por uno.”
Un testimonio que trasciende lo individual
El caso de Fernando no es solo la crónica de un paciente que sobrevivió: es la prueba de que la experiencia acumulada, la ciencia de alto nivel y el trabajo en equipo pueden cambiar destinos que parecían escritos. Al preguntarle qué significa para él LaCardio, su respuesta llegó sin titubeos:“Vida.”
Y es desde esa palabra —vida— que Fernando comenzó su segunda historia.
Una historia que hoy se suma a los hitos clínicos que hacen de LaCardio un referente en trasplantes y cirugías de alta complejidad en Latinoamérica.
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